Alteraciones en el aprendizaje de la lectoescritura
Como se ha mencionado anteriormente, el aprendizaje de la lectoescritura requiere de una instrucción formal, que se lleva a cabo normalmente en contextos educativos en etapas tempranas de la escolarización. En los países occidentales, en los que predominan los sistemas ortográficos alfabéticos, el aprendizaje de las letras comienza entre los 3 y los 5 años, dependiendo del sistema educativo de cada país.
Generalmente los niños con 7 u 8 años ya presentan una lectura relativamente fluida, aunque existen diferencias según la profundidad del sistema ortográfico. Así, en los sistemas transparentes o superficiales, como el griego, alemán o español, la precisión lectora se alcanza con rapidez y la práctica de la lectura hace que la velocidad aumente de manera significativa en uno o dos años más. Por el contrario, en sistemas ortográficos opacos o profundos, como el inglés, a los niños les lleva más tiempo conseguir una lectura fluida y precisa (ver a continuación la tabla comparativa de los aciertos en palabras familiares e inventadas en niños de 5 y 6 años pertenecientes a distintos sistemas ortográficos).
Aunque estas diferencias son normales según el idioma, en ocasiones algunos niños tienen más dificultades que sus pares a la hora de lograr una lectura fluida, tanto de palabras como de textos. Estas dificultades pueden deberse a distintos motivos, como el bajo nivel intelectual del niño, la negligencia por parte de padres o profesores, situaciones de exclusión o incluso la utilización de métodos inadecuados de enseñanza. No obstante, en ocasiones algunos niños presentan dificultades específicas de aprendizaje de la lectoescritura a pesar de la ausencia de todos estos posibles factores explicativos.
Esta condición, denominada dislexia evolutiva, se define como una “dificultad específica de aprendizaje, de origen neurobiológico, que se caracteriza por dificultades en la precisión y/o fluidez en el reconocimiento de las palabras, así como deficiencias en la escritura y en las capacidades de decodificación. Esas dificultades resultan de un déficit en el componente fonológico del lenguaje, que es a menudo inesperado en relación con otras capacidades cognitivas y a la adecuada instrucción escolar.”
Es importante destacar dos aspectos de la anterior definición:
El primero es el origen neurobiológico. Se refiere a que las dificultades específicas en el aprendizaje de la lectoescritura suelen tener un componente hereditario (la probabilidad de que un niño tenga dislexia es mayor si uno de sus padres también la tiene) y cursan además con ciertas anomalías en el volumen y la actividad cerebral (concretamente suelen mostrar menor volumen de materia gris y menor actividad en zonas temporo-occipitales y temporo-occipitales izquierdas, mientras que en el frontal derecho tanto el volumen de materia gris como la actividad están aumentados).
El segundo aspecto importante de la definición es el déficit en el componente fonológico del lenguaje, que parece ser la causa de las dificultades en el aprendizaje de la lectoescritura. Esto implica que los niños con dislexia evolutiva tienen dificultades para manejar los fonemas (discriminar, sustituir…), lo que les dificulta el aprendizaje y automatización de las reglas de conversión grafema-fonema, así como la formación de representaciones ortográficas de las palabras en su léxico. Esta hipótesis se ve apoyada por las dificultades del manejo de fonemas por parte de los niños disléxicos, incluso cuando se trata de la lengua oral. Así, estos niños tienen dificultades para deletrear palabras, buscar términos que rimen entre sí, repetir, especialmente cuando se trata de pseudopalabras largas, y presentan fenómenos de tenerlo en la punta de la lengua con mayor frecuencia que sus pares, lo que se explica por las dificultades para acceder a la fonología de las palabras. En definitiva, los niños con dislexia presentan problemas de conciencia fonológica, que les afectan especialmente en el aprendizaje del código alfabético y en la adquisición de una lectura fluida.
En el caso de los niños disléxicos también se observan diferencias según la profundidad del sistema ortográficos. Así, en sistemas ortográficos transparentes o superficiales tendrán dificultades especialmente en la velocidad; en lo que se refiere a la precisión, aunque también tienen dificultades, no serán tan llamativas como en los sistemas opacos, ya que deben aprender unas pocas reglas de conversión grafema-fonema. En los sistemas opacos o profundos, por el contrario, los niños con dislexia presentarán dificultades tanto en la precisión como en la velocidad.
En lo que se refiere a la escritura en los niños disléxicos, un altísimo porcentaje presentan problemas, debidos también a las dificultades en el manejo de los fonemas. Estas dificultades se presentan también en ambas vías: la fonológica, lo que dificulta el aprendizaje y automatización de las reglas de conversión fonema-grafema, y la léxica, lo que dificulta la formación de representaciones ortográficas de las palabras en su léxico. El resultado es una escritura lenta y con abundantes errores de dos tipos principales:
- Fonológicamente plausibles: aquellos en los que no se modifica el sonido de la palabra a pesar de estar mal escrita. Indican errores en o la ausencia de representaciones ortográficas para esas palabras. Ej.: “cabayo” en vez de “caballo”
- Fonológicamente no plausibles: aquellos en los que la lectura (pronunciación) de la palabra se ve modificada. Indican errores en la aplicación de las reglas fonema-grafema. Ej.: “raceta” en vez de “raqueta”.
Las dificultades en la formación de las letras, aunque pueden ocurrir, son mucho menos frecuentes.
BUENAS PRÁCTICAS:
- Los niños con dislexia suelen tener dificultades de conciencia fonológica, por lo que este tipo de tareas pueden resultar útiles para detectar estos problemas incluso en niños con una lengua materna diferente. Algunas tareas pueden ser:
· Detectar fonemas en palabras presentadas oralmente (podemos ayudarnos de dibujos). Ej: ¿cuál de estas palabras contiene el sonido “…”?
· Omitir fonemas en palabras presentadas oralmente. Ej: ¿cómo quedaría la palabra “” si eliminamos el sonido “…”?
· Añadir fonemas en palabras presentadas oralmente. Ej: ¿cómo quedaría la palabra “” si al principio/medio/ final añadimos el fonema “…”?
· Decir palabras que rimen entre sí
· Repetir palabras inventadas, aumentando la longitud de manera progresiva (ej: jugar a inventar palabras añadiendo una sílaba en cada turno y tratando de decirla completa cada vez: ca – cade – cadepo – cadepora – cadeporato… - Los niños con dislexia suelen tener un rendimiento muy superior en lengua oral que en lectoescritura, las diferencias sustanciales de rendimiento en tareas según su presentación oral o escrita pueden hacernos sospechar de la presencia de problemas específicos de lectoescritura.